La escuela pía y San José de

Calasanz

Nació en Peralta de la Sal, Provincia de Huesca (España) en el año de 1557. Fue el último de ocho hijos. En el hogar, aprendió los rudimentos de la fe cristiana y las letras humanas. Con los Padres Trinitarios, estudió gramática, retórica y poética. Cursó teología en las universidades de Valencia, Alcalá y Lérida.

El 17 de diciembre de 1583 recibió la ordenación sacerdotal. Durante ocho años ejerció el ministerio de forma plural e intensa: confesor y consejero de varios obispos, párroco de dos parroquias rurales; arcipreste; visitador, reformador y procurador, con facultades de vicario general, maestro de ceremonias y secretario del cabildo de canónigos de Urgel. A los 35 años, Calasanz se doctoró en teología y se dirigió hacia Roma, en busca de una comunidad eclesiástica.

José de Calasanz murió en Roma, a los 91 años, 56 después de su llegada, sin haber vuelto a España. Cuando se la ofrecieron, había encontrado ya la perla preciosa del Evangelio, por la que renunció a todo, incluso a oficios eclesiásticos muy superiores, como ser obispo o cardenal. Él mismo se lo dijo al embajador del rey Felipe III de España: “He encontrado ya en Roma la manera definitiva de servir a Dios, haciendo el bien a los niños. No la dejaré por cosa alguna del mundo”.

Con los niños se había encontrado muy pronto en las calles de Roma. Por todas partes le salían al encuentro bandas de niños pobres, abandonados, malcriados y degenerados. Enseñaba catecismo a algunos de ellos. Pero veía que eso no era suficiente para una formación cristiana eficaz.

Trató de que las escuelas de barrio y algunos colegios religiosos admitieran a los niños pobres. Todas las puertas se le cerraron. Un buen día del año 1597, en el Trastévere, el barrio más pobre de Roma, en la parroquia de Santa Dorotea, descubrió una escuelita en la que, a la vez que catecismo, se enseñaba a los niños a leer y a escribir. Pensó que aquella escuelita era la solución. Pronto vio que no, porque los niños que asistían a ella tenían que pagar y los niños pobres no podían hacerlo. No se amilanó, sino que luchó, hasta conseguir del párroco que la escuela de Santa Dorotea no recibiera más que a niños pobres. Él mismo se quedó como maestro. Consiguió algunos colaboradores. Poco a poco se convirtió en el responsable único del plantel. Fue algo nunca antes visto: una escuela para los hijos del pueblo y gratuita. Los historiadores han reconocido que aquella escuela de Santa Dorotea fue “la primera escuela popular gratuita de Europa”.

En el año 1600, Calasanz trasladó sus escuelas al interior de Roma. Les puso el nombre de “Escuelas Pías”, que significa escuelas gratuitas. Pronto las abrió a toda clase de niños: pobres y ricos, nobles y plebeyos, católicos, protestantes y judíos.

Para dar estabilidad y continuidad a su obra, fundó una orden religiosa, llamada Orden de los Clérigos Regulares de la Madre de Dios de las Escuelas Pías, la primera que hubo en la Iglesia, dedicada totalmente a la educación cristiana.

Durante cincuenta años, los niños fueron la herencia de José de Calasanz. Le habían ganado el corazón y por ellos quemó su vida, día a día, hasta la más venerable ancianidad. Todo eso en un tiempo en que no existían escuelas públicas como ahora, ni los gobiernos se ocupaban de la instrucción del pueblo. Fue calumniado y perseguido, humillado y llevado preso. A sus 90 años, pasó por el doloroso trance de ver destruidas sus escuelas por un decreto papal. Sufrió un penoso calvario. Lo dijo con palabras muy hermosas el Papa Pío XII: “Lo que José de Calasanz sufrió en los últimos años de su larga vida, lo que soportó con su heroica virtud, resplandece como una de las más fúlgidas y preciosas joyas en la historia de los santos”.

Murió el 25 de agosto de 1648. Diez años después, las Escuelas Pías fueron restauradas. En 1748 fue beatificado, y en 1767, canonizado. En 1948, Pío XII lo proclamó “Celestial patrono de todas las escuelas populares cristianas del mundo”. De esa forma, la Iglesia lo glorificó y reconoció sus méritos. Dios, por su parte, no se ha quedado atrás: ha hecho el milagro de conservar hasta hoy, intactos e incorruptos, su lengua y su corazón.

Intuiciones Educativas de San José de Calasanz

Fundó la primera escuela católica popular gratuita.

Luchó por la obligatoriedad de la enseñanza para todos, desde los primeros años.

Sistematizó la escuela primaria: clases, horarios, programas, personal docente, etc.

Abrió la escuela, desde los primeros grados, hacia la cultura humanística y las ciencias positivas.

Dirigió preferencialmente su trabajo a los niños y jóvenes pobres de la sociedad.

Comprendió que la fe cristiana se encuentra profundamente vinculada en el hombre con su formación humana; con su lema de educador fue: “Piedad y letras” (Fe y Ciencia).

Definió al educador como “cooperador de la verdad” (núcleo fundamental de la educación en valores).

Impulsó a que sus maestros se formaran en las clases y con científicos de su época, incluso de los entonces discutidos, como fueron Galileo y Campanella, porque los quería bien preparados.

Impulsó una orden de religiosos (los Padres Escolapios) y la colaboración de laicos para que realizaran esta obra tan necesaria y fundamental para la sociedad.

Personalmente, dedicó todo el resto de su vida a la educación.